Dando la vuelta a la esquina

Una muy buena amiga compartió conmigo una frase que solía utilizar su abuela: “Das la vuelta a la esquina y tu vida puede cambiar”. En aquel momento éramos unas jóvenes estudiantes universitarias y solo habíamos vivido unos pocos cambios repentinos, así que nos pusimos a pensar en algunos otros ejemplos, como podrían ser la muerte de un ser querido, un diagnóstico de una enfermedad, un despido, una ruptura amorosa o ¡que te tocara la lotería! También reflexionamos que podía ocurrir que no nos diéramos cuenta de que habíamos doblado la esquina. Como, por ejemplo, podría suceder el día que conociéramos a una persona especial que aún no sabíamos que sería el amor de nuestras vidas (A ver.. ¡teníamos veinte años!). 

Lo cierto es que a medida que uno va avanzando en el camino de la vida, vas integrando la profunda verdad que encierra esa frase. En gran parte, porque vamos experimentando un mayor número de eventos o circunstancias inesperadas. Sin embargo, no siempre es fácil aceptar el cambio. A veces, cuando empezamos a vislumbrar que hemos dado un giro y nos hemos apartado de nuestro camino conocido, corremos hacía atrás para intentar buscar el refugio de lo cotidiano. El miedo a lo nuevo y sus mecanismos de evitación sólo consiguen que el proceso de adaptación sea más doloroso y que la aceptación del cambio, sobre todo si es percibido como negativo, tarde más en llegar.

He pensado mucho en esta frase estos días. Cada vez que veo a gente saliendo a menudo a comprar el pan, al cajero o a la farmacia, alargando innecesariamente el paseo de su perro, aprovechando el salvoconducto de una bolsa de supermercado para dar una vuelta o ir a visitar a alguien, sé que se trata de personas que no aceptan doblar la esquina. Es comprensible. No es fácil. Nuestra vida personal ha dado un giro brusco, para la mayoría totalmente inesperado. De estar en una cultura centrada en lo externo, en lo de afuera, en trabajos y actividades que se realizaban mediante la interacción social, a tener que realizar nuestra vida en el espacio interior de nuestras casas, nuestras familias o de nosotros mismos.

Pero ya no hay vuelta atrás, tenemos que encarar este giro del guión y adaptarnos cuanto antes a nuestra nueva realidad. Porque esta vez no se trata de un cambio que nos afecte solo a nivel personal o familiar. Ni siquiera a nivel de ciudades o naciones. Estamos ante una adversidad colectiva en forma de pandemia. Solo cuando lo aceptemos plenamente, podremos comenzar nuestros procesos de resiliencia personales y comunitarios para conseguir superar esta amenaza global a nuestra salud y a nuestro bienestar económico y social. No va a ser un camino fácil, como sabemos por otros que ya lo están transitando, pero como seres humanos tenemos una fuente inagotable de recursos resilientes que podemos reforzar y compartir con los que no solo conseguiremos superar este trance, sino que además podremos aprender valiosas lecciones y generar nuevas fortalezas para construir sendas por las que transitar aún mejores que las anteriores.   

#YoMeQuedoEnCasa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *